
A veces hay que saber desvanecerse, liberarse del caos y buscar la luz. Esa luz que hipnotiza a todo aquél ser que la mire y aún más al que la sienta. Sentir no sólo es cuestión de percepción sino de establecer conexión y armonizar con tu ser interior. Interiorizar tus pensamientos y sentimientos no te hará más fuerte ni más valiente, y exteriorizarlos… tampoco. Se trata de buscar ese equilibrio entre el cielo y el infierno, el caos y el orden, la guerra y la paz… Un limbo, una correlación, una tregua. Pero si buscas no encuentras y si encuentras es porque has dejado de buscar.
Tenemos la necesidad vital de perder para empezarnos a encontrar, de desvanecernos para poder brillar. Jugamos a filtrar falsas realidades, a teñir a esas verdades que cubren a las sociedades…sumergiéndonos en un círculo vicioso donde las redes sociales controlan nuestras acciones y vínculos antes que el propio contacto físico. Estamos encadenados, somos presos del circo de la hipocresía… y mi pregunta es: ¿Cómo se finge la vida? Si somos máscaras con nombre fundiéndonos entre la multitud, perfumando a la mentira para que sepa a verdad.. ¿De esta manera, nos creemos ser parte de la humanidad?
Normalizamos un estado de vida que alimenta a la mediocridad, al temor y a la enfermedad. Compartimos nuestros secretos porque creemos que no estamos a salvo estando con ellos. Nos da miedo rellenar aquellos huecos que nos dejaron por miedo a que nos vuelvan a vaciar; por eso nos escondemos en medio de cuatro paredes, por pánico a sentirnos enteros, agarrándonos a una pantalla para que la vida tenga el sentido que merecemos… Alimentándonos de dudas y buscando respuestas artificiales en pétalos para establecer principios y finales, como si las decisiones importantes no pudiesen ser tomadas para los simples mortales…
Creemos que perdiéndonos nos encontramos, cuando perdidos siempre estamos. Esta es la vida que vivimos pero seguro que no es la que deseamos… ¿Hasta qué punto vivir nos hace humanos?